¿Por qué Itagüí se ha convertido en el municipio de Antioquia con la mayor cantidad de muertes violentas después de Medellín? ¿Qué ha llevado a que Itagüí sea una referencia obligada cuando se habla de violencia urbana en el país? ¿Cómo hacerle frente a un problema que parece un callejón sin salida?
El panorama en Itagüí nos muestra a una sociedad convulsionada por un flagelo que se presenta como insuperable: la violencia.
Sobre los últimos acontecimientos de la violencia
El asesinato en la madrugada del sábado 12 de marzo de cuatro hombres en el sector de Guayabal, supuestamente miembros de la banda criminal ‘La Unión’, en hechos en los que también resultaron heridos cuatro individuos más; también, el secuestro y posterior asesinato en horas de la mañana, ese mismo día, de una mujer, presuntamente esposa de un extraditado, y el homicidio de Ricardo Alberto Sierra, abogado que representaba a un grupo significativo de víctimas de los bloques Elmer Cárdenas y Pacífico de las desmovilizadas AUC, el 08 de marzo, nos muestran que todos los homicidios apuntan a una misma dirección.
Para la Corporación Itagüí Nueva Gente los homicidios en Itagüí son selectivos, planeados y sistemáticos, lo que quiere decir que existen manos invisibles encargadas de manejar los hilos del poder ilegal en el municipio. Estas manos no son otras que las de los mismos paramilitares que nunca dejaron su poder militar a la deriva, tras el proceso de desmovilización con el anterior gobierno. Es decir, los actores violentos siguen siendo los mismos: Paramilitares.
Además, estas estructuras armadas aprovechan las condiciones socioeconómicas y culturales para nutrir sus ejércitos privados con jóvenes que no han tenido oportunidades suficientes para salir adelante.
También, vale la pena mencionar el caso de San Antonio de Prado, corregimiento de Medellín que también se ha visto afectado por hechos de violencia esta semana con la muerte de un joven estudiante de noveno grado, en donde también se vio involucrada una joven de 14 años que resultó herida por un impacto de bala. Esto nos demuestra que el conflicto ha sobrepasado las fronteras de lo municipal, para multiplicarse en aquellas zonas donde encuentren el caldo de cultivo ideal para sembrar su accionar delincuencial.
Las soluciones propuestas por la institucionalidad
Que la Fuerza Pública tome el control de las ciudades, que aumenten las labores de inteligencia, que la Fiscalía trabaje con premura en la judicialización de los capturados, que la ciudadanía denuncie. Así terminan todos los consejos de seguridad realizados por el gobierno nacional y el que se llevo a cabo en Itagüí, este fin de semana, no fue la excepción.
Las mismas salidas solo demuestran la ausencia de análisis del conflicto urbano por parte de las autoridades y además, la poca interlocución con las Organizaciones No Gubernamentales cuando pedimos, a través de estos medios, soluciones efectivas e integrales a las problemáticas que, más que de seguridad y orden público, son de convivencia ciudadana, educación y cultura política.
La ciudadanía
Un ciudadano que entiende la importancia de su participación por las vías democráticas, no busca legitimar su poder a través de las armas. Un ciudadano que no está educado para el trabajo, no puede tener entradas económicas que le permitan una vida digna. Un ciudadano que no entiende que existen diversas formas de solucionar un conflicto, es un ciudadano proclive a fortalecer, directa o indirectamente, los círculos de violencia.
Particularmente, en el sur de Área Metropolitana los hechos de violencia ocurren con tanta regularidad que el ciudadano de Itagüí parece conformarse con una realidad hostil.
Las soluciones
De ahí, que las soluciones a estos problemas se dirijan también a la formación de ciudadanos dispuestos a la participación democrática y a la vida en sociedad. Esquemas que no podrán fortalecerse sin, por ejemplo, estamentos de participación comunitaria y espacios de encuentro para las poblaciones.
Como ya lo hemos mencionado anteriormente, la conformación de un centro integrado de intervención social para el corregimiento El Manzanillo y en las zonas del conflicto, sería una buena forma de empezar a trabajar con la comunidad directamente, con un trabajo que responda a un trabajo social, como su nombre lo indica, y no a una intervención militar. Hacia allá deben dirigirse las salidas a este conflicto, hacia la comunidad en sí misma y no solamente hacia el fortalecimiento del aparato estatal, también importante, pero insustancial si se plantea como la única salida.
Reflexión
¿Por qué un joven habría de participar y mantenerse en una estructura ilegal si sabe que puede morir asesinado? Porque no ve otra salida. En este sentido, el Estado está auspiciando este círculo vicioso de la violencia.